Educar en el Jardín Maternal.
Enseñar y aprender de 0 a 3 años.
LAURA PITLUK
Novedades Educativas • Año 2007
PRÓLOGOGO DE RUTH HARF
Hablar del jardín maternal es hacer referencia a un tema que no deja de atraer la atención, ocupación y preocupación de representantes de diversos ámbitos e instituciones: familiares, educacionales, científicas y de investigación de la niñez temprana, políticos, etcétera.
Cada vez más, los profesionales y el público en general han resaltado la importancia de los primeros años de vida y las experiencias educativas proporcionadas a los niños en estos años, tanto formal como informalmente. Cuando nos referimos a la profesionalidad del docente y, en este caso, del docente de los jardines maternales, queremos poner el acento en el empleo que hace de un conocimiento siempre en pleno desarrollo de la formulación de criterios adecuados que involucran el diagnosticar y analizar situaciones cotidianas referidas a la sala, la institución, el contexto inmediato e incluso el contexto social más macro. Esto lleva al docente a la necesidad del ponderar alternativas y estimar las posibles consecuencias a largo alcance de las decisiones y acciones basadas en ese conocimiento.
Cada vez que el docente toma decisiones referidas a su práctica educativa, estas decisiones están apoyadas en un conocimiento científico y un conocimiento cotidiano-experiencial sobre, por ejemplo, cómo aprenden los niños, además de acerca de las metas de los padres, la escuela, y la comunidad amplia. Se ha dicho a menudo que la calidad de una propuesta educativa para los niños pequeños depende no en pequeño grado de la calidad de la práctica docente de los maestros que componen el personal. Ello resulta no sólo de sus características personales, sino también de la formación para enseñar que han recibido. Por lo tanto, también es un desafío constante explorar los problemas que enfrenta el campo educativo con respecto a la naturaleza de la práctica de primera infancia y la formación inicial y permanente de docentes, y la necesidad de atender a estos problemas a medida que este campo mira hacia el futuro. Se les da a los maestros la responsabilidad de «socializar» a los niños y transmitir nuestra cultura a la próxima generación, facilitando el acceso a ella y brindando los instrumentos necesarios para comprenderla, actuar y eventualmente transformarla. La profundidad y nivel del conocimiento de los maestros se reflejará en lo que ellos enseñan.
Partimos de la firme convicción de que el docente es más que un técnico. Es necesario que tenga una base de conocimiento lo suficientemente sólida para tomar decisiones profesionales con respecto a la educación de los niños a su cargo. Tomar decisiones que hace referencia a optar, a elegir, de lo que los lineamientos curriculares definen como necesario, aquello que para su grupo concreto de niños es necesario y posible. Para ello debe tener en cuenta las características reales, no sólo de los niños, sino también del contexto socio-cultural al cual pertenece la comunidad educativa. Pero todo ello sin dejar a un lado los derechos de los niños a recibir oportunidades educativas equitativas y justas. Con esto último hacemos referencia al hecho de que, no por hacer un diagnóstico contextual, podremos decir frases que contienen el sentido de «con estos chicos no se puede hacer más», sino que, por el contrario, nos veremos incentivados a buscar y encontrar las estrategias metodológicas más adecuadas, los materiales más pertinentes, para que nuestros niños puedan acceder a aquellos contenidos que permitirán alcanzar los objetivos educativos, sin que la diversidad de contextos se convierta en obstáculo e impedimento.
Actualmente se considera que el conocimiento práctico del educador se relaciona con concepciones sobre enseñanza y aprendizaje. Estas concepciones son integradas por cada docente de un modo particular a partir de su experiencia de aprendizaje y de enseñanza acumulada [su biografía escolar], las teorías educativas, sociales, filosóficas, etc., aprendidas, y los valores y creencias individuales. Cuando los maestros planifican y evalúan la enseñanza, implementan sus conocimientos, obtenidos de diversas fuentes, en el aula. Esto los ayuda a seleccionar y secuenciar las estrategias de enseñanza y a desarrollar metas educativas para los niños pequeños.
La integración y la comprensión del conocimiento proporcionan una perspectiva amplia y hacen relevante a la enseñanza que el docente protagoniza. A través de un análisis del rol, Saracho encontró los siguientes roles de un maestro:
1. DIAGNOSTICADOR. Los maestros necesitan evaluar las posibilidades y necesidades de los niños para planificar la conjunción adecuada de experiencias de aprendizaje exitosas para los niños.
2. DISEÑADOR DE PROPUESTAS BASADAS EN LINEAMIENTOS CURRICULARES. Los maestros desarrollan su práctica apoyados en propuestas curriculares para los niños pequeños dentro de sus capacidades, basadas en las teorías y prácticas de educación de primera infancia, así como los aprendizajes que la comunidad considera importantes.
3. ORGANIZADOR DE LA ENSEÑANZA. Los maestros usan sus resultados de las planificaciones de corto y largo alcance para organizar actividades del aula a fin de alcanzar metas educativas. Los maestros indagan sobre los recursos disponibles apropiados y hacen el mejor uso de estos recursos.
4. GUÍA DEL APRENDIZAJE. Los maestros facilitan el aprendizaje creando un ambiente de aprendizaje y ofreciendo experiencias de aprendizaje pertinentes y de interés para los niños.
5. CONSEJERO / ASESOR. Los maestros interactúan continuamente con los niños y les proporcionan el cuidado, apoyo emocional, y guía, así como la enseñanza. Los maestros también ayudan que los niños aprendan habilidades para la socialización.
6. TOMA DE DECISIONES. Los maestros constantemente toman una gama de decisiones sobre los niños, materiales, actividades y metas. Algunas son decisiones instantáneas, mientras que otras reflejan decisiones como la planificación docente, selección e implementación, entre las alternativas. Estos roles se relacionan directamente con la actuación profesional del maestro, preactiva e interactiva. Para ello deben adquirir y poner en juego, en las situaciones prácticas, una gama de conocimientos, habilidades y actitudes.
No podemos dejar de marcar que enseñar es un proceso creativo, no un arte mecánico. Exige algo más que solamente asimilar la conducta de un modelo de rol. Hay varios métodos de enseñanza y uno no es mejor que los otros. La práctica de los educadores de primera infancia siempre ha estado conformada por una base de conocimiento ampliamente concebido. A menudo informal e implícita, esta base de conocimiento ha estado unida históricamente a los varios grados de sabiduría popular y ciencia; como plantea Kamii [1985]: «el sentido común, el ensayo y error, y las opiniones llamadas filosofías».
El desafío actual se resume en la frase: «incrementar las características profesionales en la atención a la primera infancia». Podemos entender al maestro como participante – observador en la mini-cultura de un aula, y como comprometido, además, con la macro-cultura de la institución y del ámbito socio-político en general. No debe confundir lo que debe enseñarse en educación de primera infancia con el cómo se enseña. El equilibrio entre extremos, no opuestos sino complementarios, siempre es difícil de alcanzar, tanto en la vida personal como en la vida profesional.
Al leer el libro de Laura me encuentro con una conjunción equilibrada entre aspectos más conceptuales y teóricos del quehacer en el jardín maternal y propuestas concretas de trabajo. También es llamativa la línea de equilibrio que se intenta establecer en el texto entre reflexiones compartidas con docentes de más años de experiencia en la tarea docente en el jardín maternal, por un lado, y sugerencias, apoyos y recomendaciones a los docentes que recién se inician en el trabajo con los más pequeños, por el otro; e incluso es un «andamiaje» rico y abierto a la discusión para los futuros docentes y demás especialistas en la educación de la primera infancia. También es importante agregar en este prólogo una reflexión que hace al «oficio de escribir».
¡Qué difícil es decidirse a escribir! Los educadores sabemos que desde los primeros momentos nos ha resultado compleja esta práctica del escribir. Desde escribir planificaciones, pasando por escribir informes y evaluaciones y llegando a escribir proyectos institucionales. ¡¡Y no sólo es difícil el escribir, cuando preferimos hablar!!
También es difícil atrevernos a poner en un papel nuestras ideas y pensamientos, sabiendo que siempre habrá personas que nos feliciten, que nos digan cuánto les sirven los textos que producimos. Al lado de esto, también habrá personas que cuestionen cada línea, que miren con ojo inquisidor cada ejemplo, cada palabra.
¿Qué es lo que queremos? Queremos lectores críticos, pero no destructores; queremos lectores a los que les sirva lo escrito, sin ser complacientes o condescendientes. En fin, hacemos referencia a un lector crítico, que decida y seleccione de lo que aquí se le ofrece aquello que le sea de utilidad para su práctica concreta y para el análisis de esa misma práctica.
El libro procura dar respuestas a las preguntas que los educadores interesados en la primera infancia se plantean o podrían plantearse. Laura ofrece en este libro, a la mirada y lectura atenta de los lectores, el resultado de años de experiencia, de años de educar y de formar docentes de jardín maternal. Pone en evidencia claramente su intención de aportar a la tarea pedagógica y sistematizada en el jardín maternal. Se trasluce a lo largo del texto su pasión por la actividad educativa, su interés por las innovaciones que se hacen en el campo de la educación infantil temprana, su preocupación por brindar instrumentos de trabajo a los docentes y, fundamentalmente, su profundo respeto hacia los derechos del niño por una educación cada vez mejor.